Las memorias se me agolpan ahora que estamos a punto de celebrar 30 años del sismo del 1985. Esa mañana, alguien tocó a mi puerta luego del gran estremecimiento. Era un amigo quien trabajaba en el edificio de la antigua Secretaría de Comercio, que se vino abajo. Venía sangrando de una oreja. Yo vivía en la calle de Guanajuato, cerca de Cuauhtémoc, en un departamento de dos pisos con escaleras de madera y tina con garras de tigre al que le debo muchas memorias, unas buenas, otras terribles.
Yo había trabajado hasta muy noche con Patricia, mi secretaria, una joven madre. Su pequeño tenía unos días de haber nacido. La llevé a su Departamento en Querétaro al que se había mudado recientemente. Tardé mucho en comprender y aceptar que no era yo quien la había llevado a morir en ese lugar donde no quedó ni el recuerdo de su antigua arquitectura. Solo la vida de su hijo a quien ella abrazó con su cuerpo, dejó constancia del amor.
Mi madre me había regalado un radio en forma de bote de cerveza. No sé si por causalidad o por sentido del humor. Durante el temblor, los vidrios se rompieron, la escalera se fracturó, los muebles se me venían encima con deseos de aplastarme. Luché con ellos con una agilidad sorprendente. La radio no dejaba de ser la puerta grande desde donde ya se vislumbraba el drama urbano. Un incendio aquí, otro allá, este edificio se cayó, aquél también. Sirenas y más sirenas en aquel mar de desolación.
Mi primer instinto fue ir a buscar a mi hermana, quien vivía en Sinaloa. Sorprendente ver cómo ese inmueble perdió la vertical más de un metro y medio. Sorpresa encontrar ahí a otros de mis hermanos. Todo y todos estaban arrinconados en una esquina sin poder moverse. Para llegar ahí, hubo que sortear incendios, derrumbes, muerte y caos. Luego hubo que alistarse como las tropas que se apuntan ante un capitán que ordena y ejecuta sin miramientos, impulsado por un único deseo de ser eficiente.
¿Alguien de ustedes sabe de estructuras? Pues yo sé de estructuras de parentesco dijo el antropólogo, yo de estructuras del lenguaje, dijo el poeta, yo sé de estructuras narrativas dijo el cineasta. De pronto la voz del capitán dio el veredicto: que se pongan la vacuna y se vaya a mover piedras. Si hay palas que se las den y sino, con las manos. Así comencé a remover los escombros de mi ciudad, pero también los que anidaban en mi interior. Una fisura que con el tiempo se haría un abismo insalvable. Las fronteras entre el deseo y la vida, entre la violencia y la muerte en vida o en muerte, se abrieron frente a mi. Se lo que es intuir cuerpos con vida y confrontar el trascabo, contar cuerpos luchando por mantener el hilo de la razón. Se lo que es salir del infierno y comprender el valor de la imagen de un niño columpiándose con un helado en la mano.
Colaborar en la reconstrucción me dejó cinco lecciones: 1) Una sociedad consciente y solidaria puede actuar colectivamente por el bien público y resolver debilidades institucionales, sin perder el objetivo. 2) En las tragedias se conocen a profundidad la grandeza y la barbarie, la locura individual y colectiva. Romper la frontera es relativamente fácil. 3) La vida y el amor son los valores culturales que pueden fortalecer a una sociedad rota, fragmentada. 4) Toda estructura puede romperse cuando pierde el equilibrio que le dio base. 5) Mi cuerpo y mi memoria orgánica me devolvieron a la naturaleza. Soy un sismógrafo andando. Se cuándo va a temblar, unos segundos antes, como muchas otras especies vivas del planeta.
Patricia…. te he llevado en mi memoria. Salvaste a tu hijo. Entregaste tu vida. Gracias a las personas con quienes levanté piedras y compartí la alegría de recuperar una vida. A quienes luego me dieron refugio. A quien se acercó a la frontera del desquicio para llevar alimentos cuando adentro ya no los había. Gracias a quien me regaló un rebozo blanco para cubrir el frío de una noche dormida en la calle, sin más protección que el deseo de levantarme para seguir ayudando. Gracias a la Madre Tierra, que me enseña tanto.
19 de Septiembre de 2015

ese año te conocí, era damnificado, desde ese día supe y aprendo de usted.
gracias
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